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martes, 19 de noviembre de 2013

Relato sobre un caballo blanco.








Había una vez, un anciano que vivía en una aldea en china, y que era muy pobre; pero hasta los reyes le tenían envidia porque era dueño de un hermosísimo caballo blanco. Nunca antes se había visto un caballo igual, tan noble y fuerte. Los reyes y los poderosos querían el caballo para si, y le ofrecían precios fabulosos por él; pero el anciano les decía: 

-“Este caballo no es solamente un caballo para mí, es una persona, y ¿Cómo podría yo vender a una persona?... El es mi amigo, no es una posesión, ¿Cómo podría yo vender a mi amigo? No. No es posible, no puedo venderlo”.



Las ofertas eran toda una tentación y aunque el anciano era extremadamente pobre, nunca vendió su caballo. Una mañana descubrió que el caballo había desaparecido repentinamente de su establo. Los pobladores de la aldea se reunieron todos y le dijeron:   
-“Viejo tonto, de antemano le dijimos que algún día te robarían tu caballo, tu eres demasiado pobre como para poder cuidar de tan valioso tesoro, habría sido mucho mejor venderlo, podrías haber obtenido el precio que hubieras querido, ahora, el caballo ha desaparecido, que gran desgracia. Es una maldición”.


El anciano les oyó y respondió:

-“No vayan tan lejos: Solamente pueden decir que el caballo ya no está en su

establo. Este es el hecho, todo lo demás son juicios de ustedes… Si acaso el hecho mismo es o no una desgracia ¿Cómo pueden saberlo?... ¿Cómo pueden juzgar?”



Los aldeanos le contestaron:

-“No trates de engañarnos viejo, nosotros no somos grandes filósofos; pero aquí no se necesita filosofía. El hecho es muy simple: un tesoro se ha perdido y esto es una desgracia”.



El anciano respondió:

-“Yo sólo digo que el establo está ahora vacío y que mi caballo ya no está. Todo lo demás yo no lo sé, no se si es una desgracia o una bendición, porque esto es sólo un fragmento: ¿Quién puede saber lo que va a suceder?”



La gente rió pensando que el anciano se había vuelto loco, siempre creyeron que era un poco loco, de otro modo habría accedido a vender su caballo y viviría en la abundancia, sin embargo, seguía viviendo como un leñador, y aunque era muy viejo, todavía cortaba leña en el bosque para venderla, vivía en la miseria… Ahora sí que estaba todo absolutamente claro: El hombre estaba trastornado… loco… según los habitantes de la aldea. Súbitamente una noche pasados quince días, volvió el caballo, no había sido robado, sino que había escapado a los bosques vírgenes, y no sólo regresó sino que trajo consigo una docena más de hermosos caballos salvajes. Nuevamente se reunió el pueblo y esta vez dijeron:

-“Viejo, tu tenías razón, no era una desgracia sino una bendición, estamos arrepentidos de lo que dijimos”… 


El anciano respondió:

-“Nuevamente van demasiado lejos, solamente pueden decir que el caballo volvió y que doce caballos más le han acompañado; pero no hagan juicios… ¿Quién puede saber si esto es o no una bendición? Es sólo un fragmento… Sin saber la historia completa, ¿Cómo pueden juzgar?... Leyendo una página de un libro… ¿Pueden hacer un juicio del libro completo? … Leyendo una frase de una página… ¿Cómo pueden juzgar la página completa?... Leyendo una sola palabra de una frase… ¿Cómo pueden juzgar la frase completa?... Y ni siquiera tenemos una palabra en la mano… La vida es tan amplia, un fragmento de una palabra y ustedes ya han enjuiciado el todo. No digan que esto es una bendición… nadie lo sabe… y yo vivo feliz sin hacer juicios… no me molesten”.



Esta vez los aldeanos no podían decir mucho, tal vez el anciano tenía razón… quedaron silenciosos pero por dentro sentían que el estaba equivocado… doce hermosos caballos habían llegado con su caballo; un poco de entrenamiento, y podrían venderse y así ganar mucho dinero.

El anciano tenía un hijo joven, un solo hijo, el joven comenzó a adiestrar los

caballos salvajes… A la semana uno de ellos lo botó al suelo quebrándole las piernas. Nuevamente se reunieron los aldeanos. Las personas son iguales en todas partes y en cualquier época y comenzaron a juzgar lo sucedido; dijeron:

-“Nuevamente el viejo tenía razón. No fue una bendición sino una desgracia… Viejo: Tu único hijo ha perdido sus piernas y él, era tu único apoyo en tu ancianidad… ahora estás más pobre que nunca”.



El anciano contestó:

-“Ustedes están obsesionados con los juicios, no vayan tan lejos… digan solamente que mi hijo se ha quebrado las piernas… ¿Quién puede saber si esto es una desgracia o una bendición?... Nadie lo sabe, nuevamente es un fragmento y nunca se nos da más. La vida nos llega en fragmentos y el juicio es sobre la totalidad”.



Sucedió que después de algunas semanas el reino entró en guerra con un país vecino y todos los jóvenes de la aldea fueron obligados a ir a la guerra, sólo el hijo del anciano pudo quedarse, porque estaba paralizado. El pueblo entero se junto gritando y llorando porque de cada casa los jóvenes habían sido sacados y llevados a la fuerza a la guerra, no había posibilidad de que regresaran porque el país enemigo era grande y fuerte y la guerra seguramente se perdería. Ellos no regresarían. Todo el pueblo lloraba y gemía y fueron a ver al anciano y dijeron:

-“Tenías razón anciano, Dios sabe que tenías razón, la desgracia de tu hijo se transformó en una bendición. Puede que tu hijo esté postrado pero aún está contigo, nuestros hijos en cambio se han ido para siempre. Por lo menos él está vivo y junto a ti y de a poco comenzará a caminar otra vez. Tal vez quedará algo cojo pero estará vivo”.



El anciano nuevamente les contestó:

-"Es imposible hablar con ustedes; siguen y siguen y siguen juzgando… nadie lo sabe, sólo digan esto… Que sus hijos han sido llevados a la fuerza a la guerra y mi hijo no ha sido forzado, pero nadie sabe si esto es una bendición o una desgracia. Nadie podrá saberlo nunca: SOLO DIOS LO SABE.




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