Había una vez, un anciano que vivía en una aldea en china, y que era muy pobre; pero hasta los reyes le tenían envidia porque era dueño de un hermosísimo caballo blanco. Nunca antes se había visto un caballo igual, tan noble y fuerte. Los reyes y los poderosos querían el caballo para si, y le ofrecían precios fabulosos por él; pero el anciano les decía:
-“Este caballo
no es solamente un caballo para mí, es una persona, y ¿Cómo podría yo vender a
una persona?... El es mi amigo, no es una posesión, ¿Cómo podría yo vender a mi
amigo? No. No es posible, no puedo venderlo”.
Las ofertas eran
toda una tentación y aunque el anciano era extremadamente pobre, nunca vendió su
caballo. Una mañana descubrió que el caballo había desaparecido repentinamente
de su establo. Los pobladores de la aldea se reunieron todos y le dijeron:
-“Viejo tonto, de antemano le dijimos que algún día te robarían tu caballo, tu eres demasiado pobre como para poder cuidar de tan valioso tesoro, habría sido mucho mejor venderlo, podrías haber obtenido el precio que hubieras querido, ahora, el caballo ha desaparecido, que gran desgracia. Es una maldición”.
-“Viejo tonto, de antemano le dijimos que algún día te robarían tu caballo, tu eres demasiado pobre como para poder cuidar de tan valioso tesoro, habría sido mucho mejor venderlo, podrías haber obtenido el precio que hubieras querido, ahora, el caballo ha desaparecido, que gran desgracia. Es una maldición”.
El anciano les
oyó y respondió:
-“No vayan tan
lejos: Solamente pueden decir que el caballo ya no está en su
establo. Este es
el hecho, todo lo demás son juicios de ustedes… Si acaso el hecho mismo es o no
una desgracia ¿Cómo pueden saberlo?... ¿Cómo pueden juzgar?”
Los aldeanos le
contestaron:
-“No trates de
engañarnos viejo, nosotros no somos grandes filósofos; pero aquí no se necesita filosofía.
El hecho es muy simple: un tesoro se ha perdido y esto es una desgracia”.
El anciano
respondió:
-“Yo sólo digo
que el establo está ahora vacío y que mi caballo ya no está. Todo lo demás yo
no lo sé, no se si es una desgracia o una bendición, porque esto es sólo un
fragmento: ¿Quién puede saber lo que va a suceder?”
La gente rió pensando
que el anciano se había vuelto loco, siempre creyeron que era un poco loco, de otro
modo habría accedido a vender su caballo y viviría en la abundancia, sin
embargo, seguía viviendo como un leñador, y aunque era muy viejo, todavía
cortaba leña en el bosque para venderla, vivía en la miseria… Ahora sí que
estaba todo absolutamente claro: El hombre estaba trastornado… loco… según los
habitantes de la aldea. Súbitamente
una noche pasados quince días, volvió el caballo, no había sido robado, sino
que había escapado a los bosques vírgenes, y no sólo regresó sino que trajo
consigo una docena más de hermosos caballos salvajes. Nuevamente se reunió el
pueblo y esta vez dijeron:
-“Viejo, tu tenías
razón, no era una desgracia sino una bendición, estamos arrepentidos de lo que dijimos”…
El anciano
respondió:

Esta vez los aldeanos
no podían decir mucho, tal vez el anciano tenía razón… quedaron silenciosos
pero por dentro sentían que el estaba equivocado… doce hermosos caballos habían
llegado con su caballo; un poco de entrenamiento, y podrían venderse y así ganar
mucho dinero.
El anciano tenía
un hijo joven, un solo hijo, el joven comenzó a adiestrar los
caballos
salvajes… A la semana uno de ellos lo botó al suelo quebrándole las piernas. Nuevamente
se reunieron los aldeanos. Las personas son iguales en todas partes y en
cualquier época y comenzaron a juzgar lo sucedido; dijeron:
-“Nuevamente el
viejo tenía razón. No fue una bendición sino una desgracia… Viejo: Tu único
hijo ha perdido sus piernas y él, era tu único apoyo en tu ancianidad… ahora
estás más pobre que nunca”.
El anciano
contestó:
-“Ustedes están
obsesionados con los juicios, no vayan tan lejos… digan solamente que mi hijo se
ha quebrado las piernas… ¿Quién puede saber si esto es una desgracia o una
bendición?... Nadie lo sabe, nuevamente es un fragmento y nunca se nos da más. La
vida nos llega en fragmentos y el juicio es sobre la totalidad”.
Sucedió que
después de algunas semanas el reino entró en guerra con un país vecino y todos
los jóvenes de la aldea fueron obligados a ir a la guerra, sólo el hijo del
anciano pudo quedarse,
porque estaba paralizado. El pueblo entero se junto gritando y llorando porque
de cada casa los jóvenes habían sido sacados y llevados a la fuerza a la
guerra, no había posibilidad de que regresaran porque el país enemigo era grande
y fuerte y la guerra seguramente se perdería. Ellos no regresarían. Todo el pueblo
lloraba y gemía y fueron a ver al
anciano y dijeron:
-“Tenías razón anciano,
Dios sabe que tenías razón, la desgracia de tu hijo se transformó en una
bendición. Puede que tu hijo esté postrado pero aún está contigo, nuestros hijos
en cambio se han ido para siempre. Por lo menos él está vivo y junto a ti y de
a poco comenzará a caminar otra vez. Tal vez quedará algo cojo pero estará vivo”.
El anciano
nuevamente les contestó:
-"Es
imposible hablar con ustedes; siguen y siguen y siguen juzgando… nadie lo sabe, sólo digan esto…
Que sus hijos han sido llevados a la fuerza a la guerra y mi hijo no ha sido
forzado, pero nadie sabe si esto es una bendición o una desgracia. Nadie podrá saberlo
nunca: SOLO DIOS LO SABE.
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