Entrevista a
Claudio Naranjo, psiquiatra chileno.
El mal de la
civilización es la mente patriarcal. La nave se está hundiendo
pero la gente tiende a estar más ocupada en mantener el estatus que en
salvarse; en defender lo poco que les queda, aunque se haya visto lo poco que
vale, que en la transformación, en dejarlo todo y empezar a construir de cero.
"La única
salida a esta crisis es la transformación interior".
La crisis actual
ha tambaleado muchos cimientos del sistema y ha acabado revelando algunas de
sus muchas fisuras. El comunismo se hundió por sus fallos de funcionamiento
pero el capitalismo no parece salir mejor parado. Llevamos siglos cambiando
gobiernos, haciendo revoluciones políticas y sociales pero nunca llegamos a
buen puerto quizás porque nos olvidamos de las transformaciones más básicas y
elementales que tienen lugar en la revolución personal.
Tenemos el mundo
que tenemos por el tipo de conciencia que se desarrolla a través de la educación,
según Claudio Naranjo. Y si queremos salir de verdad de esta crisis económica,
social y humana hemos de superar el ego individualista e iniciar una auténtica
transformación interior.
¿La civilización
está enferma? ¿De qué?
El mal de la
civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo a la sociedad
patriarcal que hace que los machos predominen sobre las mujeres y tengan un
acceso más fácil al poder y a la economía. Me refiero a una forma de mentalidad
que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, contaminados
por el mismo virus.
¿A qué nos
referimos exactamente, con esa "mentalidad patriarcal"?
A una pasión por
la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un complejo de violencia,
desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de
contacto con una identidad más profunda.
Hay quien cree
que todo esto forma parte de la naturaleza humana y que siempre ha sido así.
Pues no. Hay
indicios de la existencia de un pasado matrístico, y aún hoy existen algunas
sociedades indígenas de estas características que no funcionan en absoluto con
estas directrices y valores que conocemos en la civilización. Esta mente, lejos
de ser inherentemente humana, en realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000
años, cuando, ante una crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas
arcaicas indouropeas y semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron
convirtiéndose en comunidades de guerreros depredadores.
¿Y cómo se
manifiesta esta mente patriarcal?
En unas
relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia, que interfieren
en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales. El
cerebro patriarcal-racional llama a la competencia, mientras que el femenino
llama a la cooperación. Esta dependencia y obediencia compulsiva (a los
gobiernos y al poder en general) no sólo son enajenadoras para el individuo
sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor.
Pero las cosas
pueden ser de otra manera. Usted dice que, en realidad, somos seres "tricerebrados".
Efectivamente. En
un lenguaje anatómico, poseemos un cerebro instintivo, que compartimos con
todos los reptiles; emocional, como el resto de los mamíferos, y el racional,
que es el último que se ha desarrollado y, sin embargo, ha acabado imponiéndose
a los otros dos.
Es como si en
nuestro interior lleváramos a tres personas: una de tipo intelectual-normativo,
que sería el padre; una persona emocional, que representa el principio del
amor, que es la madre, y una instintiva, que sería el niño. Pues bien, en la
sociedad actual, lo que denominamos la civilización, predomina el cerebro
racional y tiene lugar el imperialismo de la razón sobre lo emocional y lo
instintivo.
Pero esta razón
que impera, ¿es realmente racional o más bien irracional?
Ahí has dado en
el clavo, porque en realidad no es racional ni inteligente, desde el punto de
vista de los resultados en el bienestar social y personal. Ha corrompido
conceptos como la inteligencia, la eficacia o la racionalidad misma. Es una
mente rígida, aislada, autoritaria y normativa que busca resultados y ganancias
a corto plazo, pero ganancias desde el punto de vista competitivo, materialista
o consumista, no en cuanto al bienestar profundo, desarrollo personal o
convivencia con el medio. Y, en consecuencia, toda la educación está sujeta a
este paradigma racionalista.
Que se
manifiesta en...
En considerar la
educación un mero traspaso de información, alejado de objetivos como el
autoconocimiento, que debería ser prioritario. Y así vemos cosas en la escuela
como que un niño o una niña llora y le llaman la atención.
Y si se ríe le
echan de clase.
Las emociones
están prohibidas. Y lo instintivo aún más. Y sin embargo, para que la persona
esté sana en una sociedad sana sería preciso el equilibrio entre los tres
cerebros. Armonizar los binomios competencia/colaboración, agresión/ternura. Desarrollar
una sana agresión en vez de la agresividad depredadora imperante. Y sobre todo
desarrollar la capacidad amatoria, la ternura.
¿Estamos en el
camino? Usted habla del ocaso del patriarcado.
Por una parte,
vemos que el autoritarismo en las familias disminuye y también el de los
gobiernos. Pero han cogido el poder las empresas y su control en la sombra es
enorme. Pero quizás sí, podemos decir que la nave se está hundiendo pero la
gente está más ocupada en mantener el estatus que en salvarse; en defender lo
poco que les queda, aunque se haya visto lo poco que vale, que en la
transformación, en dejarlo todo y empezar a construir de cero.
Por eso insiste
usted tanto en la importancia de la educación.
Claro, porque es
más fácil prevenir que curar. Hemos de prevenir la destrucción de la mente. La
educación actual cuenta con una agenda implícita que requiere que los niños
sean igualitos a los papás, cuando los papás son el problema. Decimos que la
educación es para transmitir nuestros valores y no nos damos cuenta de que
estamos transmitiendo nuestras plagas.
¿Y esto es
responsabilidad de la escuela, de la familia, de los medios?
De las
autoridades en todos estos ámbitos, desde los profesores quemados hasta la
misma opinión pública. Los padres aspiran a que sus hijos triunfen en este
mundo de competencia económica, no importa que también sea un mundo de pobreza
creciente mientras que no les toque a ellos. Prefieren la educación que sirve
como una máquina de certificación. No les interesa educar sino servir al mundo
del trabajo. Insisten en que desean el bien de los hijos pero en realidad no
les interesa el bien de los hijos más que como eficacia en los negocios. Tenemos
el mundo que tenemos por el tipo de conciencia que se desarrolla a través de la
educación, que es una educación implícitamente explotadora.
Es usted muy crítico
con la educación y muy en especial con los educadores.
Porque no
considero educación el mero traspaso de información, como una forma más de
producción, de formación y explotación de nuevos trabajadores, que es en lo que
consiste la escuela actual. Debemos volver a las raíces de la educación como
autoconocimiento, en la búsqueda de ese "conócete a ti mismo" de Sócrates.
Al autoconocimiento transformador que posibilite el cambio.
Sin embargo, hay
algunas iniciativas educativas diferentes, como por ejemplo las escuelas
internacionales de Krishnamurti.
Sí, pero aún
esas escuelas llegan hasta el debate, y eso está bien, porque por lo menos te
da la oportunidad de aprender a pensar por ti mismo. Pero el debate en sí no
transforma nada. Hay que integrar procesos de autoconocimiento transformador.
La transformación
individual para transformar y sanar la civilización.
No hay cambio
posible sin pasar por el autoconocimiento individual.
Siglos y siglos
de cambios sociales y políticos han fracasado porque han pasado por alto el
cambio de las personas. Sólo podemos sanar el tejido a través de las células,
las personas. Y para eso tenemos que sembrar la semilla en la escuela. Pero ha
de ser una nueva escuela que tenga en cuenta los tres aspectos de las personas:
el conocimiento, la salud amorosa y la salud instintiva.
Suena diferente.
Pero necesario,
si queremos transformar las cosas de verdad. El otro día me invitaron a dar una
conferencia en una universidad, y antes de empezar me pidieron que evitara los
temas espirituales y los psicológicos y me limitara a la pedagogía. Chocante. La
educación se resiste a integrar lo transcendental-espiritual y lo terapéutico y
sigue considerándolo un campo ajeno porque, de lo contrario, complicaría las
cosas. Y es cierto, las complicaría un poco, porque significaría permitir que
las personas piensen por sí mismas. Así que no se asume el riesgo. Claro que no
se calcula el precio.
¿Y cuál es el
precio?
La infelicidad
colectiva.
Claudio
Naranjo estudió medicina, psiquiatría y música y acabó convirtiéndose en un
referente mundial en la investigación de la mente humana. Integrador de la
sabiduría tradicional y científica, oriental y occidental, y el conocimiento
histórico, antropológico, sociológico, psicológico y espiritual del ser humano.
Creador del programa SAT, en principio dirigido a profesionales de la
psicoterapia y derivado en un programa de transformación individual y social
para uso personal y en el ámbito educativo. Autor de más de 20 libros,
traducidos a varios idiomas.
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