Hay una frase a
la cual estimo en parte por lo simpática que es y en cierta forma por lo real.
Se la escuché a una joven en los Talleres de Esencialistica, de nombre Cádiz y
aquí esta para ustedes: “el amor es
querer darle al otro lo que uno no tiene y lo que el otro no quiere recibir”
y claro, ninguno de los dos se atreve a
decírselo al otro. Otras veces queremos apoderarnos del otro, o hacerlo a
nuestra manera manipulativa, le amamos, le queremos, le dominamos y luego le
quitamos la libertad…le aniquilamos -Cádiz Sepúlveda.
La pregunta
lleva varios años resonando en mi entorno. Es ya tan familiar como complicada y
tan escurridiza como inaccesible: ¿Qué es el Amor Incondicional? Las
conclusiones de tanta reflexión e investigación me llevan hasta el momento a
las siguientes conclusiones provisionales:
El Amor
Incondicional es indefinible e indefinido. Querer definir el amor, el amor
incondicional, que es el verdadero y único amor, es como querer definir a Dios,
un ejercicio mental incuestionablemente inútil, un vano empeño, una pérdida de
tiempo. Porque el Amor Incondicional pertenece a una dimensión muy difícilmente
accesible para el ser humano. Mientras más queremos aproximarnos a él, a su
comprensión humana, más se escurre, más se transforma, más se aleja, no sin
antes mostrarnos en cambio un breve reflejo de su grandeza.
A falta de
poder continuar deshilvanando esta pregunta de forma directa, vamos a ver cómo
podemos aproximarnos a esta energía impulsados por la intensa aspiración de
nuestra alma a vivirla. La pregunta sustituta de la primera es, pues: ¿Cómo se
accede al Amor Incondicional?
Al Amor
Incondicional solo se accede, de algún modo y manera, a través de la
experiencia mística. Pero la experiencia mística siempre es personal, única,
propia, distinta, impredecible e imposible de describir con los idiomas que
actualmente conocemos, porque nos faltan palabras, porque los idiomas están
necesariamente limitados a las experiencias comunes, y aún no han creado las
palabras necesarias para la descripción de la experiencia mística, precisamente
porque la experiencia mística no es general, ni mucho menos, aún.
Vamos a
detenernos un poco más en este terreno de la mística, tan desconocido: La
palabra mística tiene dos significados que nos hablan del camino místico hacia
el Amor Incondicional:
- La mística es
la mixtura, la fusión del alma, la unidad con Dios, la mezcla, la vivencia
plena interna de Dios y de su construcción de Amor.
- La mística es
el misterio, lo desconocido, lo privado, lo incomprensible, lo inexpresable, lo
irrepetible, lo imprevisible, lo indescriptible por el racional.
La única forma
de lenguaje que puede aproximarse en cierto grado a la descripción del Amor
Incondicional es la poesía. La Poesía Espiritual nos conecta con la energía de
la fusión del alma con Dios. Es un lenguaje destinado no a nuestra mente sino a
nuestro Ser superior. Es el lenguaje de más alta vibración cuando es
verdaderamente inspirado al alma por Dios. La inspiración poética espiritual
viene de la más alta dimensión a la que el ser humano puede llegar por sí
mismo, la sexta dimensión, y llega cuando el alma humana pone suficiente pasión
por fundirse con Dios y Dios le concede esta fusión, que constituye la
experiencia mística propiamente dicha. Tal vez sea por ello que los grandes
místicos de todos los tiempos han producido las grandes obras espirituales
expresadas a través del lenguaje poético. Ejemplos: Los Salmos, El Corán, El
Baghavad Ghita, El Tao Te King, El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz,
la poesía de Santa Teresa de Jesús, etc, etc.
Como forma de
aproximarnos a una vivencia del Amor Incondicional a través de la experiencia
mística, leamos la Poesía “Llama de Amor Viva” de San Juan de la Cruz:
¡Oh, llama de amor viva!
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro.
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh, cauterio suave!
¡Oh, regalada llaga!
¡Oh mano blanda, o toque delicado!
que a vida eterna sabes
y toda deuda pagas,
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh, lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las oscuras cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
amor y luz dan junto a su querido.
Cuan manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuan delicadamente me enamoras.
Como no somos
místicos reconocidos, aunque sí disponemos de su maravillosa enseñanza poética,
vamos a tratar de proseguir con la aventura de aproximarnos al Amor
Incondicional intentando definir lo que el Amor Incondicional NO es, porque en
este tema muchísimas personas del mundo espiritual está muy confundida. En lo
que es y en lo que no es el Amor Incondicional.
Lo que el Amor
Incondicional no es: El Amor Incondicional no es muchas cosas, muchas cosas y
conceptos a los que erróneamente se les da a veces el nombre de amor. Meras
confusiones de la mente.
Hemos encarnado
en un mundo dominado por las emociones de todo tipo. Si en un ambiente
intergaláctico tuviésemos que definir la actual humanidad del planeta Tierra,
la principal palabra para definirla sería “emoción”. Somos seres emocionales
principalmente. Aparentemente maquillados por una ligera pero visible capa
mental, racional, educada, respetuosa, amante de los valores, una vez que se
rasca un poco esta capa externa, aparece una fuerte y completa esencia
emocional que nuestra principal realidad energética.
Las emociones
humanas abarcan un amplio rango de frecuencias vibratorias. Digamos que se
alinean a lo largo de un eje de coordenadas vertical, con un punto central que
es el cero u origen de coordenadas. Este eje se alinea en la persona desde se
chakra sacro hasta su chakra del corazón. Las emociones que llamaremos negativas
se sitúan por debajo del origen de este eje, en su parte negativa, y las
emociones que denominaremos positivas, se sitúan por encima del origen de este
eje, en su parte positiva.
Emociones tales
como la ira, el rencor, el odio, la frustración, la venganza, la avaricia, el
miedo, la cobardía, la tristeza, la envidia, la soberbia, la limitación,
estarían situadas en la parte negativa del eje, más abajo, mas negativas cuanto
más intensas son y cuanto más control tienen sobre nuestra persona. Por el otro
lado, la alegría, la compasión, la generosidad, la solidaridad, el cariño, el
amor, la ternura, la comprensión, el valor, el perdón, son emociones que están
situadas en la parte positiva de este eje, más arriba, más positivas cuanto más
intensas y cuanto más dirigen con fuerza nuestro comportamiento.
Todo ser humano
tiene una banda de energía emocional que incluye todo el rango de sus
emociones, desde las más negativas hasta las más positivas. Esa banda se sitúa
más arriba o más abajo del eje si su rango emocional es más positivo o más
negativo.
El deber
permanente de todo ser humano que quiere evolucionar es elevar a la vez que
reducir su banda vibratoria emocional, eliminando o transmutando sus emociones
negativas y convirtiendo su mundo emocional en un campo de emociones positivas
cada vez más concentradas en torno a su parte más alta, cerca del corazón,
donde se genera la emoción del amor. A estas emociones positivas son a las que
generalmente llamamos “sentimientos”.
Estas dos
palabras generan a veces confusiones, se definen como emociones las que
generalmente son las negativas y como sentimientos a lo que son las emociones
positivas. Pero aunque las llamemos sentimientos, no dejan de ser emociones,
todo son emociones, positivas o negativas, son energías, las emociones y los
sentimientos, que pertenecen al mundo emocional y se mueven en su propio rango
de frecuencias emocional.
El amor, tal y
como lo entendemos habitualmente, y al que denominamos como sentimiento, es la
más elevada de las emociones, la más positiva, la parte superior de este eje
emocional. Donde termina la evolución personal de cada ser humano, convertido
en un ser amoroso, que se rige, piensa y se conduce por este sentimiento o
emoción positiva del amor.
Por ejemplo, en
el día de San Valentín, o en el día de algún aniversario, seguramente
prestaremos algo más de atención a la persona amada, repararemos con mas fuerza
en su presencia a nuestro lado, y afluirán a nuestros labios palabras como: Te
amo (nombre de la persona amada), y otras similares, que seguramente serán
correspondidas con una expresión similar por parte de la esposa o el marido, novios, etc…..
Estas
expresiones, pronunciadas con amor en el momento adecuado, nos abrirán el
corazón y nos harán sentir una emoción de gozo interno que asociaremos con el
sentimiento de amor por el ser querido que nos invade en ese momento. Entonces
estaremos viviendo el amor, nuestro corazón estará abierto, y, por un breve
periodo de tiempo, pensaremos que estamos en la cumbre del amor. Y eso está
bien, está bien sentir ese gozo que produce la emoción positiva del amor por
una persona, esa apertura del corazón y esa corriente energética amorosa que
sentimos y dirigimos hacia el ser querido.
Pero ese
sentimiento de amor NO ES el Amor Incondicional al que intentamos aproximarnos,
el Amor Mayor original, creador, que emana la Fuente y que crea, conserva y
protege el Universo.
El anterior es
un sentimiento de amor, es el sentimiento que ocupa el rango superior y más
positivo del mundo de las emociones, el cual constituye el “medio ambiente
energético de la vida humana”. Cuando ese sentimiento de amor aflora en nuestro
interior, estamos en una posición de “máximos emocionales”, muy positivos,
beneficiosos y loables, pero debemos ser conscientes de que aún queda un largo
trecho hasta alcanzar, siquiera por un instante, el estado de Amor
Incondicional. En esta distinción entre el amor y el Amor Incondicional reside
una gran parte de la confusión del mundo espiritual.
Cuando un ser
humano ha evolucionado hasta el punto superior de su eje de las emociones, el
sentimiento de amor, y quiere seguir avanzando hasta el Amor Incondicional, se
encuentra sin camino para continuar, se encuentra un gran espacio en blanco, un
gran “gap” de frecuencias, un enorme salto vibracional, un gran salto al vacío,
desde las frecuencias de lo humano hasta las frecuencias del espíritu.
Es como si
alguien, después de un largo camino de ascensión, llega a la cima de una
montaña y descubre que si quiere seguir adelante tiene enfrente un gran
precipicio y al fondo un mar de niebla cuyo final no se ve ni conoce. Y debe
dar un gran salto al vacío, debe abrir los brazos y saltar a lo desconocido,
debe confiar y entregarse a Dios, perderlo todo para ganarlo todo, dejar el
camino humano y emprender el vuelo divino. Tal vez entre ese mar de niebla se
encuentre el Amor Incondicional. Tal vez. Nunca lo sabremos hasta que saltemos.
Es una apuesta mayor, a todo o nada. Solo para grandes seres.
En nuestro
esfuerzo por definir lo que el Amor Incondicional NO ES, vamos a conocer a lo
que definimos como los hijos menores del Amor. Este Amor Incondicional es tan
inabarcable para la pequeñez de la mente concreta, que necesita a veces de
apellidos que mejor lo identifiquen. Esos apellidos son las virtudes y los
valores, los hijos menores del Amor Mayor, los pseudónimos con que este Amor
Mayor opera a veces en esta dimensión física de lo humano.
Podemos
encontrar muchos apellidos del Amor Mayor: la humildad, la compasión, el
respeto, la sinceridad, la generosidad, la solidaridad, la ternura, la caridad,
el cariño etc. etc. Solos, estos valores no tienen la suficiente altura o
entidad del Amor Mayor. Solo ganan su pleno alcance y sentido cuando le
acompañan como fiel apellido. Estas virtudes forman parte del camino de
evolución de la dimensión humana hacia el Amor Incondicional. Porque este Amor
Mayor no necesita apellidos. Tiene vida en sí y existencia propia más allá de
lo humano.
Después de
tratar de definir lo que el Amor Incondicional NO ES, vamos a intentar
aproximarnos a este Amor intentando definir esos breves reflejos de su grandeza
que a veces nos ofrece a través de la experiencia mística, vamos a intentar
definir algunos de sus aspectos, que son como las caras planas de un sólido
volumétrico. La visión de la cara no es la del volumen, pero forma parte de él.
Como ya hemos dicho, estos aspectos o caras solo pueden ser expresados a través
del lenguaje de la poesía o de lo que se denomina prosa poética.
Aproximación al
Amor Incondicional a través de algunos de sus aspectos:
Si bien no
existe la posibilidad de definir el Amor Incondicional, tal vez existan meras
posibilidades de acercarnos a algunos de los aspectos con que este Amor se
manifiesta en los límites del alma, en la circunferencia del ser, en el
medioambiente humano, con el elevado riesgo de no acertar y con la seguridad de
que una multi-imagen definida de este modo es necesariamente incompleta y
distorsionada.
El Amor Divino
que conocemos en este plano humano, con todo lo que supone, no es sino la
sombra arrojada en la pared de la caverna de Platón por una Luz de infinita
intensidad que nos cegaría si tuviésemos la mínima posibilidad de mirarla de
frente. Esta Luz es la Luz de Dios, la energía infinitamente luminosa que todo
la alimenta y mantiene cohesionado en su lugar en la creación.
En la caverna
que es este mundo físico solo vemos reflejada la sombra, la sombra de un Amor
Mayor, que interpenetra toda la materia desde el momento mismo de la creación.
Quién conoce esta sombra, este tímido reflejo de un Amor Mayor, ya es
afortunado y dichoso. Quien conoce esta sombra está listo para volver la cabeza
y aspirar la Amor Mayor que emana, sin atenuaciones ni interferencias, desde la
misma Fuente, está listo para emprender el viaje místico del Alma.
Éste Amor Mayor
NO ES un sentimiento, sino que, podríamos decir de una forma meramente
aproximada, es un estado permanente de muy alta vibración, tan indefinido como
indefinible, de naturaleza impersonal y de altura divina, que radia en todos los
ejes del espacio-tiempo, sin objeto ni destinatario.
La clave para
diferenciar un sentimiento de amor con un estado de Amor Mayor es que en este
último el verbo Amar no viene seguido de complemento directo. Cuando amamos a
algo o a alguien, cuando nuestro amor tiene un objeto, un destinatario, un
complemento directo, se trata de un sentimiento; cuando amamos, simplemente
amamos, sin poder explicitar a quién, porque a todos y a todo abarca esa
radiación divina, cuando amamos en todas direcciones, en todo instante, en todo
objeto, entonces nos estamos aproximando al estado de Amor Incondicional.
Amando, simplemente amando, estamos en el buen camino.
Por eso, en el
Día de San Valentín, o en el día del Amor, o en el día de la Amistad, cuando
experimentemos plenamente ese sentimiento de amor hacia la esposa, marido,
pareja, amante, etc, deberíamos dar un paso adelante hacia el Amor
Incondicional en nuestra verbalización del sentimiento de amor, diciendo:
¡ Amo….por ti,
gracias a ti, contigo !
Poéticamente hablando:
El Amor Incondicional es el nombre de la creación. Este Amor es un perfume, una
fragancia como a rosas, es el rastro que Dios dejó a tu lado cuando pasó
creándote y creando la vida. Ahora es también tu perfume y podrás olerlo en ti
y en los demás cuando abras tu corazón. Pero, no hace falta que tengas prisa,
porque es un perfume eterno.
El Amor Mayor
es el océano invisible que te envuelve, que envuelve la Tierra, que te mantiene
vivo, que tú respiras cada minuto. Este Amor lo es todo porque es la manifestación
única del todo. No hay nada fuera ni más allá del Amor.
El Amor
Incondicional es la más pura esencia de lo sutil, es lo que queda cuando ya no
queda nada, es lo que subyace detrás de todo y le da fuerza y consistencia, es
el cemento que mantiene unido el total de la existencia.
El Amor Mayor
es un territorio libre de donde han sido expulsados los señores de la mente.
Sin títulos de propiedad, sin jerarquías de poder, sin imposiciones del miedo.
Listo para ser colonizado por el alma colectiva apasionada e incendiada de
Dios.
El Amor siempre
queda a flote cuando el ego naufraga en el océano de la vida. Porque el Amor es
espuma. El agua no tiene espuma, pero el océano sí la tiene. Ese es el Amor, el
que sobrevivió a todos los naufragios.
Omhall nos ha
regalado esta poesía, titulada “En Amor”, que nos describe con sutileza y
belleza los instantes de manifestación del Amor Incondicional en esta dimensión
física. Son breves reflejos de este Amor Mayor:
En amor,
crecen los árboles mirando al cielo,
con la obsesión del fruto.
En amor,
los flujos del destino tuercen su rumbo,
camino de la luz.
En amor,
bailan las partículas subatómicas
la danza de la vida.
En amor,
se extinguen las palabras y sus ecos,
se agrandan los silencios.
En amor,
el viento se detiene, embelesado
del vuelo de las hojas.
En amor,
las simientes piden paz y refugio
al alma de la tierra.
En amor,
las palabras se buscan y encadenan
al paso de la pluma.
En amor,
enemigos que firmaran la paz
intercambian lágrimas.
En amor,
vierte la madre un corazón de fuego
sin tiempo ni palabras.
En amor,
una oración lleva al cielo una urgencia,
mensajera de un sueño.
Con todo lo
dicho anteriormente parece que el Amor Incondicional es una meta inalcanzable.
Algo que pertenece a otro universo. Pero no es así. Para el acceso al Amor
Mayor el ser humano lleva en su interior la semilla divina, el genoma de los
dioses y, más concretamente, un punto/puerta de conexión con todos los
universos y todas las dimensiones cuya activación y trabajo posibilitan el
acceso y la fusión con la Fuente Divina, con la Luz más prístina del universo,
la Luz Diamantina, y con su producto más universal, el Amor incondicional.
A este punto, a
esta puerta, yo le llamo “el punto donde se cruzan todos los caminos”, y está
ahí, justamente en el centro del pecho, en el chakra del corazón, donde se
cruzaría una recta que siga el eje vertical del cuerpo humano y otra recta eje
que formarían los dos brazos desplegados horizontalmente. Es el punto donde se
unen la componente divina del Ser Humano (eje vertical) con la propia
componente humana (eje horizontal). Hasta tal punto esto es así que la altura
del ser humano medio es igual a la longitud entre las puntas de sus dedos con
sus brazos extendidos en cruz.
Otra vez la
Geometría y sus códigos encierran las claves de mayor nivel en el Universo.
En esta Puerta
del Ser se reúnen, funden y equilibran los cuatro elementos de la creación,
haciendo de él el punto clave de florecimiento de nuestra divinidad, al que yo
denomino “La Cruz Cósmica”.
En la parte
superior del eje vertical se sitúa el AIRE que nos lleva la energía del Padre a
cada instante. El chi, el ki, el prana, la energía espiritual, el aliento
divino que respiramos continuamente y que nos mantiene vivos. En la parte inferior
del eje vertical la TIERRA, la energía amorosa de la Madre Tierra, necesaria
para nuestra supervivencia y que se “respira” a través de nuestro chakra raíz.
En el eje energético vertical del ser humano, la energía cósmica se funde con
la energía terrestre en la puerta del corazón. Padre y Madre se encuentran y
funden en el alma de cada uno de sus hijos.
La parte
izquierda del eje horizontal, la del corazón físico, nos pone en contacto con
el elemento FUEGO, el poder de combustión que transporta el aire y que el
corazón bombea para todo el cuerpo. Este fuego del corazón es fruto de la
pasión del Amor a Dios, el fuego místico al que todos los místicos hacen
alusión en su poesía (recuerda la poesía de Llama de Amor Viva y observa
cuantas veces se hace referencia al fuego y sus derivados). Es el fuego que
corona al Sagrado Corazón de Jesús en las imágenes. Por el lado izquierdo del
eje horizontal recibimos al Hijo, a Dios hecho hombre, al Cristo y la pasión
ardiente del amor a Dios. El combustible de ese fuego es el deseo de nuestra
alma de fundirse con Dios y vivir plenamente el Amor Incondicional.
La parte
derecha del eje horizontal nos pone en contacto con el elemento AGUA, con el
elemento femenino por naturaleza, que nos viene de la mano de la Hija, de María
Magdalena, y con el agua griálica. Esta aguaviva convierte a ese mismo corazón
en una “Fuente que mana y corre”, en palabras de un poema de San Juan de la
Cruz, una fuente de agua de vida, de elixir de eterna juventud del alma, que
viene representada en muchas tradiciones por la ROSA de la misericordia. Así,
en el eje horizontal del ser humano se produce el otro matrimonio místico que
tiene lugar en el ser, el del Hijo y la Hija, el de Jesucristo y María
Magdalena, el fuego y la rosa, el brazo de la Cruz Mística de la materia.
El encuentro
del Fuego-Agua en el corazón humano es uno de los misterios más grandes del Ser
Humano. El Fuego Místico del amor a Dios del Hijo en contacto con el Agua
Griálica de la Hija, hacen florecer en el corazón el loto de la pureza del
alma, condición previa e indispensable para que se produzca la mutación
energética más poderosa de esta dimensión, la conversión del corazón en un
diamante, la aparición, activación y manifestación del diamante que atrae y
canaliza la luz diamantina del universo en el ser humano espiritual
evolucionado. Hemos dado el salto.
Libremente
empieza cuando libremente decidimos liberarnos de nuestros instintos y hábitos,
de nuestras emociones, de nuestras cargas kármicas, de nuestra mente concreta y
temporal, de los condicionamientos familiares, sociales, culturales e
ideológicos de esta dimensión, etc. etc. Libremente empieza cuando libremente
decidimos liberarnos de nuestra personalidad, de ese “Nosotros Mismos”, lo cual
no es más que una larga y difícil etapa, pero una etapa al fin y al cabo de
nuestra evolución espiritual.
Y esa larga
etapa de recuperación de la verdadera libertad termina libremente cuando
libremente rendimos esa libertad al Padre, a la Misión, al Cristo, a la Ley
Divina, a llámese como se quiera. Cuando abrimos los brazos y nos arrojamos de espaldas al
abismo desconocido de Dios, sin saber lo que hay allí, solo por Amor.
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