A eso de caer y volver a levantarte, de
sentirse frustrado y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que
torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo. A eso…, no le llames
adversidad, llámale Sabiduría.
A eso de fijarte una meta y tener que
seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla tarde o temprano, de
aspirar y no poder, de querer y no saber, de planear vacaciones y tener que
acortarlas, de avanzar y no llegar. A eso…, no le llames castigo, llámale Enseñanza.
A eso de pasar días radiantes, días
felices, días tristes, días de confusión, días de soledad y días de compañía. A
eso…, no le llames rutina, llámale Experiencia.
A eso, de que tus ojos miren y tus oídos
oigan, tu cerebro funcione y tus manos trabajen, tu alma irradie y tu
sensibilidad sienta, y tu corazón ame… A eso…, no le llames poder humano, llámale
Milagro Divino.
A eso, de que tus ojos estén leyendo este
mensaje y que tengas el tiempo para disfrutarlo y tengas esa sensación de que
tu corazón se ensancha…A eso…, no le llames casualidad, llámale AMOR
Nunca dudes de que DIOS siempre te hará llegar
lo que realmente necesitas…
El sabio no defiende nada, ni
juzga nada.
Su mundo es ilimitado, extenso,
eterno e infinito.
La fuerza es su acto.
De las cosas pequeñas a las cuales honramos y proporcionamos
cuidados nacen las cosas grandes. La
vida de todas las personas está hecha de detalles. La grandeza
es una abstracción mental y una fantasía del ego. La paradoja está en que la
base de la grandeza está en honrar los
detalles del presente en lugar de perseguir la idea de la
grandeza. El momento presente siempre
es pequeño en el sentido de que siempre es simple, pero en él se encarna el
mayor de los poderes.
Es sólo cuando estamos en consonancia con el momento presente
que logramos acceso a ese poder.
En lugar de
esforzarte en pos de la “grandeza”, dale honra y cuidado a lo que forme tu
realidad en ese instante. Haz de esto
la práctica espiritual de este mes.
Haz una lista de
tus quejas habituales y sobre la frecuencia en la que te quejas de cosas
durante el día. Presta especial atención al quejarse sin un propósito de
enmienda, ese tipo de queja que no provoca un cambio positivo en una situación
o en una persona. Por ejemplo, el quejarse del tráfico, el tiempo, el tener que
esperar en una cola o al teléfono. También quejas sobre algo que alguien hizo o
dijo (o por el contrario no hizo o no dijo), quejas sobre tu familia, el
trabajo, la economía, la salud y determinados grupos de personas. Nota esa voz
que articula la queja en tu mente. Nota que sólo está intentando llevar la
razón, sentirse superior o sentirse más separado del resto. Cada vez que notes
esta voz quejándose, pregúntate si puedes aceptarla como lo que es en realidad:
un patrón antiguo en tu mente, la voz del ego. No es quien tú eres en realidad.
¿Quién eres tú entonces?… Eres el/la que reconoce la voz.
La mente egoica
existe en un estado de «nunca tener suficiente», por lo que siempre ambiciona
más. Cuando te identificas con la mente egoíca, te aburres y te inquietas
fácilmente. El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos
estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo
satisfecha.
Este mes, cuando
te sientas aburrido e inquieto, observa la sensación de estar aburrido e
inquieto. A medida que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a
surgir algún espacio y quietud en torno a ellas. Al principio sólo habrá un
poco, pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento
empezará a disminuir en intensidad y significado. De modo que incluso el
aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres.
Emplea tus
sentidos plenamente. Trata de estar donde estás. Mira a tu alrededor.
Simplemente mira, sin interpretar. No son los pensamientos lo que te interesa,
sino el acto mismo de la percepción.
¿Puedes separar el pensamiento de la percepción?
¿Puedes mirar sin que la voz de tu cabeza comente, saque conclusiones, compare o intente explicar algo?
Observa la luz,
las formas, los colores, las texturas. Sé
consciente de la presencia silenciosa de cada cosa. Sé
consciente del espacio que permite que cada cosa sea. Escucha los sonidos; no
los juzgues. Algunos sonidos pueden ser naturales –agua, viento, pájaros- y
otros son artificiales. Unos pueden ser agradables y otros desagradables. Pero
no diferencies entre bueno y malo. Deja que cada sonido sea como es, sin
interpretarlo.
Escucha el
silencio debajo de los sonidos.
Cuando miras y
escuchas de este modo, puede que percibas una sutil sensación de calma, que al
principio casi no se nota. Algunas personas la sienten como una quietud de
fondo. Otras la llaman paz.
Cuando la
conciencia ya no está totalmente absorbida por el pensamiento, parte de ella
permanece en su estado original sin forma, no condicionado. Esto es el espacio interior.
Imagina que
alguien te dice algo grosero o con intención de molestarte. En lugar de caer en
la reacción inconsciente y en la negatividad, en lugar de atacar, ponerte a la defensiva
o retirarte, deja que las palabras te atraviesen limpiamente. No ofrezcas
resistencia. Es como si ya no hubiera nadie que pudiera sentirse herido. Eso es perdón. Así es como te
vuelves invulnerable.
Tanto si se
trata de una alarma de automóvil, de una persona grosera, de una inundación, un
terremoto o la pérdida de todas tus posesiones, el mecanismo de resistencia es
el mismo.
Permite que el
ruido, la grosería, o cualquiera que sea la causa de la reacción negativa, te
atraviese. Ya no golpea con una “pared” sólida en tu interior. Siéntete como si
te estuvieras volviendo transparente, por así decirlo; como si no tuvieras la
solidez de un cuerpo material.
¿Pasas buena parte de tu vida esperando? Esperar las vacaciones, a tener un
trabajo mejor, a que crezcan los niños, a establecer una relación
significativa, a triunfar, a hacer dinero, a ser importante, a iluminarte.
La espera es un estado mental. Significa que quieres el futuro y no
quieres el presente. No quieres lo que tienes y quieres lo que no tienes.
Cuando esperas estás creando un conflicto inconsciente entre tu aquí y ahora
–el lugar donde estás-, y el futuro proyectado –el lugar donde quieres estar-.
Puedes mejorar
tu situación de vida, pero no puedes mejorar tu vida. La vida es lo primario, es tu Ser interno más
profundo. Ya es total, completa, perfecta.
Renuncia a la
espera como estado mental. Cuando te sorprendas cayendo en el estado de
espera…, sal inmediatamente. Ven al
momento presente.
Tiempo y mente
son inseparables. Retira el tiempo de la mente y esta se detiene.
Estar
identificado con la mente es estar atrapado en el tiempo, mediante el recuerdo
y la anticipación. El pasado te da una identidad y el futuro contiene una
promesa de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones.
Cuanto más te
enfocas en el tiempo –pasado y futuro- más pierdes el aquí-ahora, lo más
precioso que hay. La vida es ahora. Es
tu único punto de acceso al reino informe e intemporal del Ser.
Sal de la
dimensión temporal lo más posible en la vida cotidiana. Si te resulta difícil
entrar directamente en el ahora, comienza observando la tendencia mental
habitual a escapar de él. Haz morir el
pasado cada momento. No lo necesitas. Refiérete a él sólo
cuando sea absolutamente relevante para el presente. Observarás que el futuro
suele imaginarse como mejor o peor que el presente. Si el futuro imaginario es
mejor, te dará esperanza o expectativas placenteras. Si es peor, crea ansiedad
. Ambas son ilusorias. La auto
observación permite la entrada automática de más presencia en tu vida.
El silencio es un portador de la Presencia aún más poderoso
que las palabras. Escuchar el silencio, donde quiera que estés, es un
modo fácil y directo de estar presente. Aunque haya ruido, siempre hay silencio
en medio y por debajo de los sonidos. Escuchar el silencio crea inmediatamente
una quietud dentro de ti. Sólo la quietud interna puede percibir el silencio
externo. ¿Y qué es la quietud sino presencia, conciencia liberada de las formas
de pensamiento?
Ser consciente
de la calma significa estar inmóvil. Estar inmóvil es estar conscientes sin
pensamientos. Nunca eres tan esencialmente, tan profundamente tú mismo como
cuando estás en calma. Cuando estás en calma, eres quien eras antes de asumir
temporalmente esta forma física y mental llamada persona. Eres también quien
serás cuando la forma se disuelva.
Haz una lista de
las actividades diarias que realices con frecuencia. Incluye actividades que
consideres que no tienen importancia o que son aburridas, tediosas, irritantes
o estresantes. No incluyas nada que de verdad odies o detestes hacer ya que en
ese caso será necesario básicamente aceptarlas o dejarlas de hacer. La lista
puede incluir cosas como ir al trabajo y volver, hacer la compra, o cualquier
cosa que encuentres aburrido o estresante de la vida cotidiana. Entonces cuando
estés en mitad de la realización de dichas actividades, utilízalas como un vehículo para estar despierto, un
vehículo para estar alerta. Concéntrate al máximo en la
actividad y siéntete verdaderamente presente, además toma conciencia de la
quietud que hay de fondo detrás de la actividad. El objetivo es traer
conciencia a las actividades cotidianas y gracias a ello ser capaz de encontrar
el disfrute en ellas, el gozo del Ser.
Las
identificaciones más habituales del ego guardan relación con las posesiones,
con el trabajo, con tu estatus y reconocimiento social, con el conocimiento y
la educación, con la apariencia física, con las habilidades personales, con las
relaciones, con tu historia personal y familiar, con los sistemas de creencias
y también con las identificaciones colectivas: nacionales, raciales, religiosas
y otras. Ninguna de estas identificaciones eres tú.
La
identificación con la mente crea una pantalla opaca de conceptos, etiquetas,
imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquean toda verdadera
relación. Esa pantalla se interpone entre tú y tú mismo, entre tú y tu prójimo,
entre tú y la naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de separación, la
ilusión de que tú y el “otro” estáis totalmente separados.
El ego no quiere
que se ponga fin a sus “problemas” porque estos son parte de su identidad.
¿Quién serías sin tu infelicidad?
Cuando ya no hay
nada con lo que identificarse, ¿quién eres tú?
Este mes, cuando
estés con otras personas, en el trabajo, con la familia o en algún otro lugar,
préstales toda tu atención. El motivo original para relacionarse con la persona
(comprar o vender algo, solicitar o proporcionar información, etc.) pasa a ser
secundario. Practica el no querer nada de la gente que te rodea. Simplemente
estar con ellos, estar presente.
El ver y escuchar “de verdad” a los demás será tu práctica.
Presta atención a tu propia capacidad o incapacidad de estar totalmente
presente con los demás. Toma conciencia de la voz en tu cabeza que te distrae
del momento presente. Date cuenta del campo de Presencia que se genera entre tú
y esa persona. ¿Qué cambios notas en la interacción?
El dolor que
creas en el ahora siempre surge de una falta de aceptación, de una resistencia
a lo que es. La intensidad del dolor depende del grado de resistencia al
momento presente, y ésta a su vez depende de lo fuerte que sea tu
identificación con la mente. La mente siempre trata de negar el ahora y de
escapar de él.
Trabaja siempre
a favor del momento presente, no contra él. Haz del presente tu amigo y aliado,
no tu enemigo. Esto transformará milagrosamente tu vida.
Una práctica espiritual simple pero radical es aceptar lo
que surja en el Ahora, dentro y fuera. Acepta cualquier cosa que contenga el
momento presente como si lo hubieras elegido.
Averigua si
tienes algún problema en este momento. No mañana, ni dentro de diez minutos,
sino ahora.¿Tienes un problema ahora?
Cuando aceptas
profundamente este momento tal como es –tome la forma que tome estás sereno,
estás en paz. Cuando aceptas lo que es, cada momento es el mejor.
Eso es iluminación.
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